El nuevo edificio de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana es mucho más que una obra de 19.900 metros cuadrados distribuidos en tres sótanos, 11 pisos y una cubierta técnica. Es la síntesis de una historia que se remonta a 1941, cuando el padre Félix Restrepo Mejía, S.J., sembró la primera semilla al fundar en este lugar las facultades femeninas, y que hoy florece en la primera edificación en América Latina que reúne, bajo un mismo techo, laboratorios para todas las áreas de las ciencias exactas, naturales, biológicas y biomédicas.

En sus 11 niveles, esta construcción beneficia de manera directa a más de 9.200 estudiantes de distintas facultades y pone a disposición del país y de otras instituciones un total de 137 espacios de trabajo, entre los que destacan laboratorios de Ecología de Suelos y Hongos Tropicales, de Muestras Zoológicas, de Física Médica y de Resonancia Magnética Nuclear, además de áreas de incubación y preparación de reactivos.

La historia del edificio encuentra un nuevo hito en 1971, cuando se creó oficialmente la Facultad de Ciencias, bajo la rectoría del padre Alfonso Borrero Cabal, S.J. Desde entonces, esta Facultad se ha consolidado como un ícono de la investigación, cumpliendo 53 años de liderazgo académico y científico. En 2017, en el marco del Plan Maestro de Desarrollo de la Planta Física formulado años atrás, se definió el alcance de esta nueva sede: un edificio de talla mundial concebido para promover el trabajo interdisciplinario, fortalecer el avance científico y responder a los desafíos de la naturaleza y la humanidad.

El proyecto surge como una respuesta integral a los retos urbanos, patrimoniales y de integración del campus, buscando un equilibrio respetuoso con el edificio Pablo VI, activar el frente urbano sobre la carrera Séptima y consolidar la organización del conjunto universitario. Para ello, la propuesta se articula en tres ejes: una plataforma lineal a escala humana, una torre con base fluida que redefine la entrada institucional y una intervención paisajística que enlaza las distintas áreas del campus mediante espacios colectivos y zonas verdes.

La relación entre plataforma y torre refuerza la presencia del edificio patrimonial sin competir con él, revitalizando su entorno inmediato con un jardín abierto que resalta el uso del ladrillo. La torre, ubicada al norte del lote, se convierte en fondo visual del eje que conecta con la Biblioteca Central. La plataforma, que define el nuevo borde urbano, alberga los laboratorios y aprovecha patios ingleses para optimizar ventilación e iluminación natural.

La torre, construida con núcleos de concreto y cerchas Vierendeel perimetrales, ofrece plantas libres y flexibles que permiten adaptarse a futuras necesidades. Su envolvente metálica microperforada controla la radiación solar y otorga unidad formal al conjunto. La cubierta transitable de la plataforma, concebida como un espacio público, refuerza la visión de un campus abierto, verde y orientado al bienestar.

La construcción iniciada en 2019 enfrentó grandes retos, como la pandemia de la Covid-19 y las dificultades logísticas para importar directamente 60 contenedores desde Bilbao (España). Seis años después, el resultado es una edificación con certificación Edge Advance del IFC–Banco Mundial, equipada con diseño bioclimático, sistemas de recuperación y reutilización de aguas, paneles fotovoltaicos, doble fachada con vidrios térmicos y acústicos, ventilación y aire acondicionado de alta eficiencia, además de iluminación LED con control automatizado.

Con esta colmena de ciencia, arquitectura e ingeniería, la Javeriana entrega al país, a Latinoamérica y al mundo un espacio innovador, sostenible y abierto, que consolida su liderazgo en investigación y excelencia académica, proyectándose como un referente global en generación de conocimiento.